Los alumnos de 4º de la ESO están estudiando este trimestre la literatura del siglo XIX. Tomando como ejemplos las descripciones que nos ofrecen las obras de este periodo, la actividad que se les propuso fue buscar una foto de Candeleda que se pudiera identificar con cada movimiento literario estudiado y realizar una breve descripción del paisaje o ambiente representado. Aquí tenéis algunos ejemplos:
ROMANTICISMO
En un paraje de Candeleda, La Lagunilla, que fue un
lugar inhóspito, creció un fuerte alcornoque que superó tormentas y sequías. El bello alcornoque es testigo del pasar de
las estaciones. En la primavera, la brisa zarandea sus hojas, pero él mantiene
su admirada majestuosidad. En verano, se despoja de su corcho y su tronco
simula un manto de pequeñas esmeraldas que se vuelven ágatas, y que terminan derrumbándose
bajo la fuerza de la implacable gravedad. En invierno, el blanco se adueña de
sus hojas y sombra. Y en otoño, las hojas perennes batallan contra la continua
brisa calurosa. En cualquier época, el árbol RESISTE. Tiene imperfecciones como
el vacío de su interior, como algunas personas por dentro, pero resiste el
envite del inexorable paso del tiempo.
El sol se esconde por detrás de las cumbres más
altas de la sierra de Gredos y da paso a la luna. Un cielo oscuro serpentea la
silueta de un paisaje montañoso lleno de melancolía. Ocres y azules, los
cielos; débiles rayos se reflejan en el camino. La tarde se escapa. Las ramas
cantan historias de cabreros y la brisa de lavanda y tomillo trae recuerdos de
niñez. El sol cae y la tarde muere.
Una tarde de invierno, el viento azota las ramas de los árboles. Está
nublado y el cielo amenaza con llover. Las gotas comienzan a caer encima de las
ruinas de la vieja casa. El aire que se cuela por entre los ladrillos produce
un ligero silbido. A lo lejos, el rumor del ganado pasta junto a un ganadero
que busca refugio. La lluvia incesante se prolonga por horas, y los charcos ahora
parecen lagos alrededor de las ruinas.
El
pueblo despierta y con él la actividad. Hombres que caminan, niños que juguetean
y mujeres que van cargadas de ropa y de responsabilidad. Adoquines, piedra y arena amortiguan el paso
de los transeúntes. Los balcones sobrios son testigos y cómplices de las
miradas que se cruzan. Un bullicio adusto reina en la calle. La calle se eleva
a Gredos, cárcel y defensa de un pueblo embebido en la naturaleza.
En
este pequeño y húmedo pueblo donde las casas están en ruinas, en los salones de
trabajo amplios pero solitarios y sobrecogedores, las voces reverberan
produciendo un eco mecánico, un ruido de máquinas cosiendo que golpea en la
cabeza como un martillo.
Los niños silenciosos y tranquilos no articulan ni una
palabra. Cunas de mimbre ponen coto al área de producción. Fuera, un pueblo
sumido en el hastío y la abulia vaga. Dentro, mujeres agotadas, que se ocupan
de la casa, de los niños y de su trabajo. Mujeres con exageradas ojeras y manos ajadas. Sociedad machista y retrógrada.
Después de un
verano casi eterno se oye el sonido de las gotas de lluvia golpeando contra el
suelo. Llenos los charcos, el chapoteo
que producen las suelas de los zapatos hacen eco por las calles silenciosas en
la noche. Las gotas de agua van saltando de piedra en piedra y alguna cae sobre
la cabeza de algún incauto que ha decidido salir sin paraguas ante la
inesperada llovizna.
Solo se ven algunos
valientes y no hay más almas por la calle que las de los automóviles, que
corren rápidos sobre la carretera protegiendo del agua a los que van en su
interior, haciendo confundir sus destellos de luz con luciérnagas en medio de
la oscuridad. Pero pocos son los que se dan cuente de que ha oscurecido. El
silencio inunda todas las calles con su voz relajante para los que no tienen
muchas ocasiones de escucharla.
Paraguas que cobijan
a cuerpos que buscan calor y hogar. La noche y la lluvia; la lluvia y la noche
relaja la solitaria Candeleda.
NATURALISMO
El hombre se acurruca mientras busca abrigo de las inclemencias del tiempo, y
lo hace justo en una esquina, acto de alguna manera metafórico, que indica su
posición apartada en la sociedad. El ambiente grita, llama al mundo para que
reflexione sobre el trato que se da a estas personas. El muro pintado refleja
el lado marginal de nuestra civilización, tan olvidado por todos y, sin embargo,
tan presente en la vida de muchos.